Entrevista hecha a la Juez de Paz del municipio Sucre Yuraima Murgueza por El Universal
Una juez logró cambiar balas por cestas en Petare, pero necesita apoyo para seguir
"LOS DELINCUENTES AHORA SON MÁS VIOLENTOS"
MARIA ISOLIETT IGLESIAS
Escuchar en una barriada como la del José Félix Ribas _donde los vecinos aseguran que a diario mueren dos personas_ que delincuentes del sector cambiaron sus balas por balones de básquetbol y que además dirimían sus diferencias en las canchas del sector, parece mentira.
Pero si a eso además se le agrega que ese grupo de 22 delincuentes rehicieron sus vidas y vendieron sus armas para emprender nuevos proyectos, es en definitiva el final de un cuento de hadas.
Y aunque parezca mentira, todo fue posible en esa localidad. Sólo tres jóvenes de un grupo de 22 _que pertenecían a cuatro peligrosas bandas que operaban en las zonas dos, seis, siete y nueve_ murieron dentro de las cárceles, pero los 19 restantes "se salvaron".
La iniciativa de enfrentar en terreno deportivo a los delincuentes rivales fue de la juez de paz del barrio, Yuraima Murgueza. Ella comenzó en 1996 y terminó en 2004. "Hoy no lo puedo hacer. Además de no tener los recursos, no conozco a los integrantes de las nuevas agrupaciones que, además, están formadas por familias enteras. Esas personas son muy violentas y rebeldes. A eso debo agregarle también que aquí bajan a cada rato camionetas de las funerarias cargadas de cadáveres, pero no suben policías", advirtió.
"En ese entonces contaba con la policía. Yo les informaba que haría la actividad y ellos habilitaban una patrulla para que hiciera recorrido alrededor de las canchas donde se llevarían a cabo las contiendas. Pero hoy los uniformados dicen: "no nos metemos porque nos caen a botellazos". Además por estos lares se perdió el respeto hasta por la Guardia Nacional. Hoy es muy difícil desarrollar esta actividad porque la violencia se desbordó", dijo la juez de paz.
En ese tiempo, Murgueza organizó 12 torneos en total. Como no disponía de trofeos que entregar, daba los que ella mismo se había ganado jugando voleibol, aunque los antisociales daban el todo por el todo jugando basquet. Cuando los trofeos se le acabaron, regalaba bolígrafos y libretas que le donaban amigos.
"Ellos se cuidaban de no hacerle ninguna agresión al contrincante porque les cantaban faul. Y yo estaba ojo avizor para que en un bolso que colocaba en la puerta de la cancha, me guardaran las armas de fuego", explicó Murgueza.
Con todo eso, Murgueza le demostró a la comunidad que si le hace una mala pasada al ocio, los jóvenes de los barrios pueden terminar sus días como personas normales, y no celebrando que una bala no le segó la vida antes de los 20 años.