Queda desvestido de ese manto de "invencibilidad" que jugó en contra de adversarios
La derrota de Chávez se convierte en una oportunidad espectacular para la oposición, que había estado debilitada y desestructurada en estos últimos años.
El referéndum logró poner de acuerdo a los opositores que era necesario movilizar a la población a las urnas electorales, independientemente de los niveles de desconfianza que tuvieran en el sistema electoral. La pelea interna fue feroz. Los grupos radicales de siempre (que luego salieron congratulándose por el éxito electoral) vendían la idea de que era un error participar y legitimar al Gobierno. Esta división hubiera destruido las opciones opositoras si no hubiera sido por algunos eventos exógenos que lograron su unificación inducida. El más importante fue el resurgimiento del movimiento estudiantil. Ellos, además de darle energía y vitalidad a la batalla, hicieron lo que la oposición convencional no podía hacer: calentar la calle, poner la protesta en el pueblo y entrar con su mensaje en todos los segmentos de la población, incluyendo a los chavistas moderados, esta vez sensibilizados negativamente por un evento previo donde Chávez ya les había mostrado su arbitrariedad: la salida del aire de RCTV. Ya no había cheque en blanco desde que les quitó la novela. Los chavistas quieren entender hacia dónde van y saben perfectamente dónde no quieren ir.
Mientras los partidos políticos hacían lo racional, lo inteligente, lo propuesto desde el principio por Primero Justicia sin pestañear: estimular el voto en su mercado natural, el movimiento estudiantil, el general Baduel, Podemos y Marisabel pusieron a pensar al otro grupo sobre la inconveniencia de la propuesta. El debate le permitió a los chavistas críticos evaluar desapasionadamente el contenido de la oferta de su líder y obviamente no les gustó. Algunos decidieron votar en contra, pero el grupo más relevante prefirió abstenerse para evitar la confrontación con un líder que, sin embargo, siguen respetando. El Presidente fue derrotado por una diferencia electoral pequeña, pero que representa el rechazo de los que votaron y de los que dejaron de votar por él en su plebiscito personal (más de tres millones de votantes, antes cautivos por él), representando una mayoría contundente que Chávez puede denigrar en sus discursos, pero sabe perfectamente el peligro que representa para él.
Queda desvestido de ese manto de "invencibilidad" que jugó siempre en contra de la estructuración de sus adversarios. Se rompe el mito de que no es posible ganarle a través de una elección y su grupo interno queda dividido y desconfiado. Esto sería perfecto para el surgimiento de una oposición sólida¿ siempre que haya alguien que lo pueda capitalizar. Por ahora, la cara de la oposición es interesante y con potencial, pero sigue siendo abstracta: los estudiantes, los partidos, pero nadie con nombre y apellido que pueda encarnar ese liderazgo. Mientras tanto, Chávez debería tratar de inmediato de reconquistar terrenos perdidos, usando la estrategia que mejor le ha funcionado en el pasado: el populismo, equivalente a los bombones y las flores en el conflicto conyugal. Pero su discurso del miércoles pasado, escatológico y agresivo, parece indicar que tiene que mostrar primero su fuerza a quienes pudieran dudar de ella: ¿quizás el sector militar, que parece revuelto? ¿La misma oposición, porque él teme que no le teman? En todo caso, el librito dice que si tienes una novia brava porque le hiciste una propuesta indecente, la peor estrategia para reconquistarla es gritarle a su balcón que quiera o no quiera, tarde o temprano, por las buenas o por las malas, vas a hacer lo que tú quieras. Que va, por ahí no van los tiros. Por lo pronto, la oposición debería mandarle al Presidente una esquelita que rece: Púyala¿ que vas muy bien.